Texto y fotos: Frank Granados.
El mes pasado decidí echar una sesión en el Guadiana y todo había cambiado: el río estaba repleto de carpitas por lo que tuve que estrujarme el cerebro para filtrar estos pequeños peces y obtener los resultados esperados.
Dos años atrás estuve pescando en este río y conseguí 4 picadas de las que pude echar a tierra tres carpas de más de 10 kilos con mis montajes y cebos habituales, por lo que no esperaba cambios significativos en las técnicas empleadas. Monté mis tres cañas con boilies de 20 mm Squid&Octopus (calamar y pulpo) y un popup de 15 mm fluoro, otro en color natural del mismo sabor y el último con crave fluoro popup rosa. Pero todo cambió cuando con la ayuda de la barca coloqué la primera caña, cebé con cuatro puñados generosos de boilies de Squid&Octopus y me disponía a colocarla en el trípode, entonces me percaté de unos pequeños tirones en la línea, sin dudarlo recogí mi aparejo y cual fue mi sorpresa cuando comprobé que al otro lado de la línea tenía una bonita carpa común de medio kilo de peso.
¿Sería un caso aislado?
Bueno, pensé que podría tratarse de un pequeño ejemplar hambriento que tomó mi cebo sobre la marcha. Así que volví a situarla en el mismo spot, cebé, salí y tensé. Cogí mi segunda caña e hice el mismo trabajo y al colocarla sobre el tensor se arrancó la primera caña de nuevo. Clavé y después de una tibia lucha puse sobre la moqueta otra carpa de peso similar. ¿Qué está pasando aquí? No terminé la pregunta cuando tuve otra carrera en mi segunda caña con resultados parecidos. Llevaba 10 minutos pescando y tenía tres peces pequeños; estaba claro que el río había sufrido un cambio radical con respecto a mi anterior sesión. Opté por echar mano de los topes extra largos y aprovechando los mismos montajes, coloqué en el hair un cebo triple compuesto por dos boilies de 10 mm de Squid&Octopus y un popup; repetí los mismos colores y sabores de los cebos flotantes anteriores. ¡Estos cebos de tres cuerpos si eran verdaderos muñecos de nieve!
Empezando de cero otra vez
Caña sobre la barca y remos en mano me dirigí al mismo punto de la orilla de enfrente. Sorteé la corriente y estaba sobre el hot spot al abrigo de la fuerte riada con mi cebo triple. Tanteaba el fondo con el plomo y sentí un ligero toque en mi anzuelo e inmediatamente un picada directa, ¿qué es esto? En la barca y sin sacadera luché a esta pequeña guerrera que tuve que liberar in situ. La cabeza me iba a explotar con este acontecimiento ya que en mis más de treinta años como pescador de carpas, jamás, pero jamás, me había ocurrido algo similar. Decidí hacer caso omiso a este suceso y coloqué el montaje triple, cebé y regresé a la orilla. Tensé la línea con esta sola caña puesta y esperé un buen rato por si se repetía la jugada con las carpas. Coloqué la caña en un ángulo de 90 grados con respecto a la línea para percibir el más leve movimiento en mi montaje y me quedé perplejo al observar los incesantes tironcillos que delataba la puntera. No sé ciertamente que ha ocurrido en este río pero el panorama carpero había cambiado al cien por cien, ¿de dónde habían salido estos cientos o miles de carpitas? No tengo la respuesta pero yo había hecho más de trescientos kilómetros para sacar peces de un peso razonable, sabía que los había y estaba dispuesto a conseguirlos. Por ahora, mi cebo triple resistía a la picada de la minitalla pero estaba seguro que el cebado “volaba” casi antes de llegar al fondo del río. Diez minutos más tarde se clavó otra carpita pequeña de un kilo así que íbamos avanzando, aún siendo muy pequeña era la más grande de las carpas hasta el momento. No le entraba en cebo en la boca pero la cercanía del anzuelo con éste hizo que pudiera absorberlo y clavarse de manera espectacular del labio inferior.
Explorando mi orilla
Con tantos peces pequeños en el escenario no podía estar perdiendo el tiempo con la barca así que opté por buscar puntos interesantes en mi orilla más próxima. Cogí una caña con el carrete Shimano Aerlex Spod para sondear el lecho del río y encontré varios puntos a menos de 30 metros de la orilla y con una profundidad media de tres metros donde el fondo presentaba zonas duras. Marqué tres puntos gracias a los tres clips de este carrete, esto permite una exactitud de centímetros en cada uno de los puntos y recoloqué mis cebos de anzuelo sobre ellos. Con ayuda de la pala cebaba cada 10 minutos, así aseguraba que siempre hubiera cebos libres alrededor de mi montaje. Insistí en el cebo triple pero después de terminar el día y más de 20 carpas tenía claro que había que cambiar de nuevo tanto mis montajes como mis cebos. No obstante, la primera noche decidí darle la última oportunidad a los mismos rigs sin cebar más y ver que pasaba. Las horas oscuras pasaron sin pena ni gloria, algún tímido bip pero nada serio.
Segundo día en el río
En la solitaria noche, bajo la intensa lluvia y en el calor de mi saco, pude pensar en la estrategia del día siguiente. En verdad estoy acostumbrado a pescar escenarios con muchas carpas que cribar antes de conseguir el objetivo pero tampoco quería pasar a un montaje radical porque necesitaba saber poco a poco todos los tamaños de carpas que habitaban el río en estos momentos. Al amanecer saqué una de mis cañas para ver como estaba el montaje y me sorprendí de nuevo, ¡no había cebo! Los cangrejos habían atacado mi montaje de forma brutal, devorando los boilies y deshilachando el hair por completo. Sobre la marcha saqué mis otras dos cañas y todas estaban en las mismas condiciones: desiertas, sin cebo.
Mi tercera opción para el cebo de anzuelo fue un snowman de 15-20 mm (popup, fondante respectivamente) de Squid&Octopus. Eliminé los flotantes de colores brillantes porque tenía comprobado que eran mucho más atractivos para la minitalla. Por otro lado confeccioné los nuevos bajos con los hair extralargos de manera que cuando las carpitas succionaran los boilies, no tragaran el anzuelo y terminaran por salir despavoridas, alertando a las carpas más grandes.
Puse en un cubo un par de kilo de boilies y los remojé con el liquid attractant para rehidratarlos y a la misma vez hacerlos más atractivos. Recoloqué mis cañas y cebé con la pala un par de veces sobre cada postura. Estaba cansado y me eché un rato al mediodía. Cuando estaba en el séptimo sueño, una fuerte arrancada me despertó sobresaltado, me calcé las botas y corrí como alma que lleva el diablo. Sabía que esa carrera no era de un pez pequeño; clavé con cariño y empezó una lucha corta ya que el pez se quedó inmóvil justo en la subida brusca de la orilla. Sin dudarlo me subí a la barca y me situé justo en lo alto del pez. La carpa salió del abrigo de la escarpada orilla y comenzó la autentica lucha. Solo, en la barca y con una fuerte corriente que supo aprovechar la carpa, empecé a descender por el río sin posibilidad de parar al pez.
No quería forzarla y me dejé llevar a través de los meandros, me recordaba a las películas del oeste cuando un carruaje era arrastrado por un imparable grupo de caballos desbocados. Cuando quise levantar la cabeza estaba a más de un kilómetro de mi puesto, fue entonces cuando pude verla en su primera subida a la superficie, era una royal larga preciosa! Poco a poco iba haciéndome con ella, esquivando pegotes de camalote y sorteando los árboles sumergidos que emergían desde las profundidades, hasta que por fin, conseguí ensalabrarla. La subí a bordo y comencé a remar sin descanso hasta que media hora después regresé al punto de partida. Me senté en la orilla y tras recuperar el aliento la metí en un slim para que se recuperase de la travesía por el río.
Una vez que aseguré a la carpa en una profundidad adecuada revisé mis otras dos cañas abandonadas por casi tres cuartos de hora. Una de ellas tenía una carpita de un kilo y la otra estaba atrancada en la orilla de enfrente. Volví a subirme a la barca y marché hacia el atranque. Podía ver mi montaje colgado en una gruesa rama de un árbol sumergido y por la distancia recorrida sabía que no había sido una carpita sino algo mayor L. Una vez que todo el equipo volvía a trabajar y aprovechando el encapotamiento del cielo, me fotografié con esta belleza. Después, curé las heridas del labio con el antiséptico Carp Care All-in-One; mi lucha le provocó un pequeño desgarro pero en la boca presentaba numerosas heridas de peleas anteriores.
Reinventando la técnica con las carpas
Los montajes estaban funcionando pero quise pasar al siguiente nivel e impedir que ninguna carpita pudiera tomar el anzuelo, así que volqué un kilo de boilies mezclados de 15-20 mm en un cubo y los remojé también con liquid attractant de Squid&Octopus. Observando las dimensiones de la boca de mi captura anterior sabía que los pellet de 30 mm eran imposibles de tragar por las “pezqueñines” y unido a un hair extralargo con un anzuelo cruzado aseguraba una picada de rigor. Así que monté snowman de 15-30 mm en un hair realmente largo, además, engarcé 5 megapellets de 30 mm sobre una cinta de PVA a modo de collar de perlas y lo fijé al anzuelo. De esta manera sencilla ponía unos pocos cebos libres alrededor del mi montaje que de igual forma eran imposible de tragar por las carpitas.
El ensordecedor crotorar de las cigüeñas marcaba la llegada del atardecer mientras observaba las punteras inertes de mis cañas. El panorama volvía a cambiar en la mejor dirección posible; mis engaños estaban trabajando en la búsqueda de una carpa de mención y de camino podía descansar un poco. Tras una cena ligera y temprana, me retiré a la cama soñando con la royal que perdí al borde de la sacadera en mi anterior sesión… pero eso es otra historia.
En esta segunda noche no hubo picada…
Pero tampoco ningún incómodo beep en las alarmas, dormí a todo placer aunque ciertamente hubiera preferido otro esquema de trabajo. Al amanecer saqué las cañas y todo estaba correcto, parece ser que a los cangrejos les pasa como a las carpitas, los colores fluoro les llaman más la atención. Una vez comprobado que los peces pequeños respetaban los pellet de 30 mm montados sobre el montaje ideal me dispuse a reestablecer los puntos calientes originales. Después de poner a trabajar el equipo completo me embelesé observando las formaciones en ángulo de las cigüeñas que se desplazaban del dormitorio a la zona de alimentación, no me extraña que estos bonitos pájaros formen una parte importante de Extremadura, nunca vi tantos ejemplares juntos.
Tomé un desayuno caliente y me tumbé un rato en la bedchair. Estaba leyendo la CarpWorld para mantenerme al tanto de los que se cuece en el resto de Europa cuando otra carrera subía de revoluciones la delkim púrpura, come on! Salté de la cama y con las prisas olvidé hasta las botas. En calcetines y caña en mano monté en la barca para asegurar el pez y evitar perderlo entre la multitud de árboles sumergidos. Como ya tenía pensado después de la primera picada, atraqué la embarcación en una densa masa de camalote y desde allí luché el pez sabiendo a ciencia cierta que no había bajo el agua ningún punto negro. La lucha parecía interminable, le recuperaba un metro de línea y me sacaba dos; a derechas, a izquierdas, bajo la barca, entre el camalote… Y veinte minutos después logré otra royal increíble.
Crucé junto al trípode manteniendo a la carpa en la sacadera unos 10 minutos a la espera de una pequeña recuperación, lo justo para que tomara un poco de oxigeno antes de las fotos para el recuerdo.
Tras la sesión fotográfica y la liberación del pez en perfecto estado, me dispuse a recoger el equipo tranquilamente bajo los agradables rayos de sol que auguran la llegada inminente de la primavera. Una vez cargado el equipo en el coche inicié el viaje de vuelta con la satisfacción de un trabajo bien hecho y unos resultados más que aceptables.
Fuente original: Federpesca