Texto: J. L. Díaz Luna.
Fotos: Archivo.
Puesto que ese concepto ecológico que denominamos termoclina tiene mucho que ver con la ubicación de los peces que son nuestros adversarios en el sano entretenimiento de la pesca deportiva y, en consecuencia, condiciona su localización, creo de interés –para mis cofrades en ese peregrinar por embalses y ríos para perseguir lucios, carpas, barbos o basses– el conocer este concepto, para unos, y el aclararlo o recordarlo para otros.
De entrada hemos de considerar que la termoclina no es una línea, ni una superficie o plano, sino una capa, acuática, en el caso que nos ocupa. Es una capa acuática situada a mayor o menor profundidad donde el gradiente de temperatura se hace más intenso, donde la temperatura acuática desciende de forma más intensa.
¿Siempre hay una termoclina?
Capa que no siempre existe, pues deben producirse unas condiciones que no siempre se dan. Entre éstas, el que la radiación solar y la atmósfera calienten las aguas más superficiales, haciéndolas menos densas y por tanto “flotantes” sobre las más densas de abajo. Pues como la densidad aumenta con el descenso térmico, las del fondo serán las más densas (y frías). En los embalses de tierras bajas de la mitad sur peninsular esta termoclina suele tener su límite superior en bastantes ocasiones en los 12-14 metros y un grosor de varios metros. Los grandes lucios en Cijara se suelen situar con frecuencia sobre esa profundidad durante el estío, mientras que los basses se sitúan claramente por encima de la termoclina en la práctica totalidad de los embalses con tiempo cálido.
La estratificación del embalse
Esta estratificación térmica, de capas acuáticas que no se mezclan, tienen una decisiva influencia en procesos biológicos –como la oxigenación del embalse– y éstos condicionan la ubicación de lucios, basses, luciopercas… que se situarán teóricamente –si no se hallan en momento de caza– a honduras donde encuentren su mayor confort térmico.
Pero esta estratificación afecta al contenido de oxígeno disuelto en el agua. Este gas imprescindible para la respiración de los peces se disuelve en el agua procedente de la atmósfera y de las plantas acuáticas durante la fotosíntesis, que lo liberan en este proceso. Siendo la capa superficial –en contacto con la atmósfera y mejor iluminada– donde esperamos encontrar mayores contenidos de oxígeno disuelto.
Mientras que la capa más profunda lo contendrá en menor medida, ya que la termoclina limita la difusión de este gas hacia abajo, aunque las aguas frías tienen mayor capacidad para disolver este gas, que llega al fondo en cantidades mínimas una vez establecida la termoclina
Si el tiempo cálido anual se prolonga, la capa acuática más profunda puede sufrir déficit de este gas imprescindible, pues las bacterias que degradan el material orgánico de los fangos del fondo lo consumen activamente. Si falta, serán sustituidas por bacterias y otros microoorganismos capaces de vivir sin él –anaerobios– y producirán gases malolientes y tóxicos que pueden “envenenar” las aguas y causar mortandades de peces, especialmente en embalse de corta superficie y mucha profundidad.
Fenómeno que también se produce con la eutrofización, con una explosión de algas unicelulares en la capa superficial iluminada que impiden la fotosíntesis de plantas más profundas y que pueden sufrir una enorme mortandad durante la noche, cuando no generan oxígeno fotosintético y lo consumen en grandes cantidades. La llegada de este plancton muerto al fondo desencadena el aumento de bacterias aerobias primero y anaerobias después. Este proceso está en la base de las frecuentes mortandades de peces en pequeños embalses de las que nos informan los medios de comunicación en verano.
Por qué se forma?
Como la mayor parte de esta energía las absorbe el agua superficial y el primer metro absorbe mucho más que el segundo y éste mucho más que el tercero… la temperatura desciende en profundidad. Pero el aire genera turbulencias que mezclan estas aguas superficiales y las uniformizan térmicamente. A la profundidad que este efecto eólico no llega, allí se forma la termoclina.
Pero la termoclina no es permanente. Para que pueda formarse las aguas han de estar en calma o con movimiento horizontal muy escaso, debe tener la masa acuática un mínimo de profundidad (no menos de 18-20 metros) y, sobre todo, fuerte recepción de rayos solares que caldeen la capa más superficial. En otoño, cuando el progresivo enfriamiento climático nocturno enfría la capa superficial y ésta –al ganar densidad– se hunde lentamente, siendo sustituida por agua profunda y resultando un mezclado completo del embalse, se deshace la termoclina. También, en los climas templados –como el nuestro– este mezclado suele darse en primavera, produciéndose así dos mezclas anuales y desapareciendo la termoclina.
Al lío… ¿dónde están los peces?
¿Cómo afecta ésta a la ubicación de los peces? Un pez inactivo se ubicará a la profundidad donde encuentre su mayor confort térmico y lucios y basses suspendidos pueden explicarse por este confort, de ahí las dificultades que encuentra el aficionado en conseguir que muerdan sus señuelos en ocasiones. Pero unos y otros no solo responden a la situación térmica, también al contenido de oxígeno disponible y a la luz espectral de fondo (la intensidad lumínica en cada punto desciende con la profundidad) si están activos, así como a dónde se sitúan sus presas potenciales y sus predadores.
Será difícil que coincidan confort térmico, presencia de presas, confort lumínico (intensidad de luz que favorezca la caza a peces que son cazadores visuales, a la vez que sea suficientemente corta para no ser avistados ellos) apostaderos desde los que predar, mimetizándose para no ser vistos ni depredados… De ahí que el lucio o bass activo se desplace buscando aquellos puntos y honduras más idóneos en cada momento entre los que dispone. Puntos que se repiten –aquella punta, esta recula, el cauce del arroyo inundado, las piedras fracturadas del fondo, la cercanía a cortados…– cuando se repiten las condiciones ambientales (luz, temperatura, oxígeno disuelto, etc.)
Verano: En consecuencia. En el estío el lucio, que gusta de aguas frescas, se situará en la termoclina y no lo hará más abajo (18-20 metros o más) porque probablemente la concentración de oxígeno sea ya demasiado baja y las aguas más profundas no alberguen peces que le sirvan para alimentarse. Esporádicamente subirá unos pocos metros para predar sobre alburnos o carpas.
El bass, amante de aguas templadas y moderadamente cálidas se situará sobre la termoclina –a unos 6-8 metros con frecuencia– huyendo de las aguas superficiales demasiado iluminadas en las horas de sol alto, ascendiendo a los 2-3 metros para cazar en los crepúsculos y cercanías. Con cielo nuboso puede hacerlo esporádicamente durante el día. Esta segregación espacial de uno y otro debe tener mucho que ver con la coexistencia de lucio y bass en tantas aguas, evitando el descaste de éste por aquel.
En invierno, los días más fríos el bass buscará honduras altas –el mezclado oxigena los fondos– y tiene al cangrejo de esos fondos como presa frecuente; mientras que el lucio grande se sitúa a estas profundidades –si está inactivo– y asciende en los momentos de actividad. De ahí que en estos momentos de inactividad los lucios de talla se puedan clavar a 20 metros y aún más en los días invernales más gélidos, mientras que los de pequeño porte se ubican cerca de las orillas a mucha menor profundidad (unos 6 metros) pretendiendo limitar el canibalismo de sus mayores. Así ocurre en Orellana y Alange, por ejemplo.
Por último, la homogeneización térmica y las condiciones lumínicas cambiantes (lluvia, días encapotados o luminosos, nublados…) hacen menos predecibles las ubicaciones de uno u otro, pues las honduras disponibles son muchas más y –en primavera– el desove condiciona su ubicación parte de la primavera (primero para el lucio y después para el bass). Pero en general se puede afirmar que a medida que avanza la primavera el bass asciende y el lucio desciende, mientras que con el otoño avanzado la situación se invierte.
En estos periodos anuales uno y otro serían más difíciles de localizar si no fuese porque su mayor actividad predatoria los hace desplazarse activamente y el pescador, con largos lances, explora mucha agua. Bien entendido que cuando se habla de invierno, primavera, etcétera se ha de considerar estos conceptos al margen del almanaque en algunas ocasiones y verlos como situaciones climatológicas reales; es decir, y como ejemplo, con diciembre en el calendario se pueden dar semanas de tiempo templado en el tercio sur peninsular, y los peces responden en su ubicación a esta situación primaveral real.
Fuente original: Federpesca